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Revista del Área de Psicopatología de la Facultad de Psicología de la UdelaR (Uruguay)

 

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 ADICCIONES/URUGUAY/

Adicciones y su relación con factores

socio-culturales

 

 

Dr. Artigas Pouy Aguilera

 

 

INTRODUCCIÓN

 

La complejidad del tema drogas ha sido señalada por la mayoría de autores que se dedican al mismo [i][ii][iii].

Es clásico -en exposiciones sobre drogas- utilizar un triángulo y ubicar en cada uno de sus lados (o ángulos) como factores a considerar la sustancia consumida, la persona que consume y el ambiente en que se realiza el consumo.

Cada uno de estos factores posee a su vez atributos que pueden considerarse por separado y determinan en mayor o menor medida la caracterización resultante.

A partir de cada uno de ellos se desarrolla una especie de pirámide invertida que va creciendo desde su base en progresión geométrica, lo que impide -muchas- veces un tránsito fluido entre la visión del conjunto y el análisis de los elementos que hacen a este conjunto.

Del mismo modo que en medicina hablamos de lo bio-psico-social percibiendo que las diferentes entidades clínicas no contienen estos elementos en una combinación prefijada ni similar de una a otra, la clínica de las adicciones (y situaciones vinculadas) nos obliga a diagnósticos infinitamente variados en relación con el peso específico de los factores vinculados a la sustancia, las características del sujeto que consume y su familia o ámbito de pertenencia.

Esta complejidad ha instalado la certeza que el equipo transdiciplinario es la herramienta idónea para actuar en los distintos niveles en que las “drogas” generan una demanda profesional. Certeza que comparto y ejercito en mi práctica clínica.

En este trabajo transdiciplinario el aporte de cada técnico depende tanto de su formación específica como de su capacidad para compartir un lenguaje que surge como síntesis (más o menos armoniosa) del discurso de sus integrantes.[iv]

Este proceso de elaborar un lenguaje, procesar conceptos ajenos a mi formación, y aún de entender cabalmente fenómenos complejos vinculados a la práctica clínica despertó la inquietud de acercarme a algunos autores del campo de las ciencias sociales. El paso siguiente (más audaz) es exponer por escrito reflexiones nacidas de esas lecturas, con la aspiración que sirvan para ordenar mis ideas, sean base de intercambios futuros y se conviertan en matriz para una mejor comprensión del fenómeno y -como consecuencia- en herramienta de un mejor desempeño clínico en beneficio de los pacientes. Me alienta y estimula lo expuesto en un texto de la especialidad: “De no menor trascendencia para el destino de la psiquiatría es la presencia de la sociología… son en última instancia, los factores socio-culturales los que determinan el surgimiento, la orientación y el ámbito de la psiquiatría”.[v]

A medida que estas reflexiones “sociales/sociológicas” se desplieguen trataré de unirlas con aspectos culturales que se manifiesten a través de eventos clínicos.

Desde siempre la clínica psiquiátrica, que en función de su componente psíquico entiendo, compleja, amplia, holística[vi] y profundamente enraizada con el devenir social y los cambios culturales.

Reflexiona Guillermo Vidal: “el campo de la psiquiatría -vasto, complejo, en permanente evolución- resulta difícil de limitar.”[vii]

No siendo formado en sociología, guiaré mi itinerario por autores clásicos y algunos contemporáneos cuya lectura me ha resultado reveladora en tanto he podido unir sus escritos con el devenir clínico cotidiano[viii]. Lo anterior no excluye la posibilidad de omitir autores que serían relevantes desde el punto de vista de la sociología como disciplina. A partir de este análisis podré identificar aspectos culturales incidentes en la clínica. Entendemos por cultura el conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.[ix]

Mi desempeño profesional en la medicina estuvo vinculado desde siempre al uso problemático de sustancias (UPD) y patologías asociadas (co-morbilidad). Desde el inicio de mi práctica me sorprendió la frecuencia con que la familia participaba en las consultas; siendo portadoras de la necesidad de asistencia en alguien que no estaba presente o acompañando (como apoyo o guardián) a quien consultaba.

El diagnóstico que no considera elementos del entorno (familiar, barrial, ámbito académico/laboral) resulta inoperante para elaborar una estrategia terapéutica.

Como médico estaba acostumbrado a la actualización en torno a entidades nosográficas. Esta costumbre resultó insuficiente a la hora actuar en el terreno del uso problemático de sustancias, ya que debía complementarse con una actualización constante de lo que sucedía en el entorno. Los cambios sociales, fueran locales o regionales conformaban una nueva constelación en el universo de los pacientes que consultaba. El ejemplo que considero más ilustrativo de lo anterior es la aparición de la pasta base en nuestro país tras la crisis económica del año 2002.

En este sentido cito: "No se trata de decir con esto que la enfermedad mental no existe, sino que sus diversas modalidades de gestación, presentación y desarrollo están íntimamente ligadas a las formas (históricamente determinadas) que cada comunidad va generando para ubicarla, entenderla y tratarla" (Silva, M. 1995).

El siguiente trabajo se desarrollará en tres tiempos: en primer lugar la consideración de las adicciones desde la psiquiatría, luego pasaré a considerar los aspectos que caracterizan a la sociedad moderna según los autores que conozco y por último (last but no least) trataré de establecer vínculos entre aspectos clínicos y fenómenos sociales que permitan optimizar acciones en diferentes niveles de intervenciones sanitarias en relación con el consumo de drogas.

 

 

 

CONSUMO DE DROGAS Y CLÍNICA MÉDICA-PSIQUIÁTRICA

 

            La evolución histórica del consumo de sustancias (ver cuadro 1) muestra que a partir de la década del 60 el mismo comienza a considerarse como problema de salud pública. Este cambio en la percepción del fenómeno se refleja de manera clara en la producción de organismos internacionales al revisar definiciones de términos que recogen acuerdo de expertos.

 

 

Hasta 1960

1960 – 1980

1980 a Hoy

secreto

público

universal

sustancias naturales

sustancias sintéticas

diseño, polisustancia

pequeños grupos

grandes grupos

contexto de crisis familiar

elitista

proselitismo

s. de consumo

finalidad religiosa, mística, acercamiento a la naturaleza, creatividad

escasa demanda

asistencial

expansión sensorial

narcotráfico

salud pública

seguridad nacional

CUADRO 1  Evolución histórica del consumo de sustancias. (elaborado por el autor basado en Eschotado[x])

 

 

Las primeras definiciones de consenso se intentaron en la Sociedad de Naciones (que dio origen a Naciones Unidas). Su Comisión de Estupefacientes en 1931 trabajó el tema sin que haya registro de avances. En 1957 el tema pasa a la órbita del Comité de Expertos de la Organización Mundial de la Salud. En 1969 el Informe Nº 551 de O. M. S. incluyó definiciones y revisiones de términos relacionados al consumo de sustancias psicoactivas: abuso, consumidor, dependencia física, dependencia latente, fármacodependencia y otros, respondiendo al crecimiento de demandas asistenciales vinculadas al consumo de drogas en los países miembros.[xi]

La progresiva universalización en el manejo de los manuales clasificatorios de enfermedades mentales[xii][xiii], permite y facilita acotar la extensión de algunos de los términos manejados en la clínica. Cuando los mismos incluyen como categoría diagnóstica el abuso y la dependencia determinan que no todos los consumos de sustancias son patológicos.

Especifican con claridad las condiciones que deben cumplirse para que un uso de sustancias ingrese a la calidad de trastorno.

En el D. S. M., los diagnósticos de trastornos asociados a sustancias han evolucionado en el tiempo. Es la revisión de su 3ª edición (1987)[xiv] aquella en la cual las sustancias psicoactivas aparecen parcialmente diferenciadas de otras que pueden causar cuadros de intoxicación (consideración de tipo toxicológico); aparecen mencionados como una categoría propia y su presencia se divide en dos capítulos: el de “trastornos mentales orgánicos” y el de “trastornos por uso de sustancias” (que aparece por primera vez).

El primero consideraba los efectos directos de las sustancias sobre el SNC (junto con delirium, demencia, trastornos amnésicos y los relacionados con enfermedades médicas) mientras que en el recién creado se incluyen las conductas asociadas con el empleo. Es éste nuevo capítulo llamado “Trastornos por uso de sustancias psicoactivas” el que se ocupa de los cambios conductuales y adaptativos asociados al uso más o menos regular de las sustancias. Los cambios a considerar deben ser percibidos como indeseables “en casi todas las culturas”; deben distinguirse de usos no patológicos como sería “la ingesta moderada de alcohol” y del uso “con una finalidad médica específica”. Estos términos reflejan la dificultad que representa en muchos casos distinguir el uso patológico de aquel que no es considerado como tal. Esta dificultad no superada por los grupos de trabajo ni el comité de expertos que elabora el manual apoya la complejidad del tema y su múltiples atravesamientos.

La 4ª edición (1994)[xv] introduce cambios. El número de trastornos relacionados con sustancias se duplica en relación con la 3ª revisada. Aparecen agrupados en un único capítulo propio “Trastornos relacionados con sustancias”.

No ha habido cambios sustanciales en la versión revisada del D. S. M. IV (D. S. M. IV TR, 2002). En esta última revisión se señala que la presencia de antecedentes de tolerancia o abstinencia se asocia con un peor curso clínico y que pueden darse diversos grados de tolerancia del SNC a los efectos de una determinada sustancia.

Para cada una de las sustancias se mencionan “Trastornos por consumo de sustancias y “Trastornos inducidos por sustancias”. Los diagnósticos considerados como “Trastornos por consumo de sustancias” son los de Dependencia y Abuso. Como “Trastornos inducidos por sustancias” se consideran la intoxicación y la abstinencia y los relacionados con la acción de cada una de las sustancias consideradas en particular (lo que conocemos como “efectos” de cada sustancia). Al desarrollar estos trastornos relacionados (o “efectos”), relaciona los mismos vinculándolos a: alcohol; alucinógenos; anfetaminas; cafeína; cannabis; cocaína; fenciclidina; inhalantes; nicotina; opioides; sedantes, hipnóticos o ansiolíticos; sustancias varias y otros.[xvi]

Un aspecto diferencial entre los criterios diagnósticos para los trastornos por consumo de sustancias y los señalados para otras entidades (esquizofrenia y otros trastornos psicóticos, t. del estado de ánimo, t. de ansiedad…) es la presencia reiterada de aspectos del entorno. Por ejemplo: “se emplea mucho tiempo en actividades vinculadas a…” y “reducción de importantes actividades sociales…”.

La complejidad del tema que mencionamos reiteradamente es integrada a la tarea diagnóstica. Desde el inicio de la tarea clínica (formulación diagnóstica para establecer una estrategia terapéutica) los aspectos del contexto están remarcados. Reafirmación de la importancia de profundizar en lo cotidiano y de evaluarlo según parámetros socio-culturales.

Revisando los cuadros inducidos por sustancias, una visión de conjunto permite reafirmar la inevitable participación del psiquiatra en la clínica de las adicciones. Todas las sustancias (se nombran 10) son capaces de condicionar varios trastornos psiquiátricos y la mayoría de cada uno de ellos considerado aisladamente puede desencadenar estos síntomas.

Pocos términos pueden cuestionarse menos que la denominación que agrupa a las sustancias que conocemos habitualmente como “drogas” como sustancias psicoactivas. Ningún aparato, sistema o función es afectado con igual constancia que las conocidas como funciones superiores del sistema nervioso. Las mismas que constituyen el campo de la psiquiatría.

 

 

SOCIEDAD Y CULTURA EN EL SIGLO XXI

 

LA SOCIOLOGÍA Y SU VISIÓN DEL MUNDO GLOBALIZADO

            La sociología es una disciplina antigua que se consolida tardíamente en la historia de la humanidad en relación con la creciente tendencia al agrupamiento humano.

Según el Diccionario de la Real Academia es la “ciencia que trata de la estructura y funcionamiento de las sociedades humanas[xvii]

Se ocupa de estudiar la constitución y desarrollo de las sociedades humanas[xviii]. Uno de sus objetivos es analizar los eventos sociales con la finalidad de poder prever desenlaces posibles para situaciones futuras. Conocer en qué dirección se da determinado movimiento podría determinar la forma de desviar ese movimiento. Se ha constituido como una rama del saber para la cual la realidad existente es el objeto de estudio.

Comenzaremos por buscar entre nuestras lecturas elementos que nos ayuden a entender las características que definen los últimos tiempos (mencionado por algunos como era del Capitalismo Mundial Integrado[xix]). Para esta síntesis inicial me basaré sobre todo en las lecturas de Zygmunt Bauman con la finalidad de mantener un hilo conductor que más adelante se irá complementado con la consideración de otros autores.

Considera Bauman que modernidad y postmodernidad son conceptos poco ilustrativos de los procesos vividos en los últimos 250 años. Nos habla entonces de modernidad “sólida” y “líquida”. La “solidez” era el producto de un estado soberano, que extendía su influencia de manera omnímoda en todas las áreas del acontecer social. Desde ese rol resultaba propulsor fundamental de la evolución social. Quien aspirara a cambios en esta evolución debería promover cambios en la estructura de un Estado Nación como primer paso. La extensión de ese modelo nacional a otros estados sería el camino a cambios en el mundo o en regiones y continentes.

El poder que aseguraba a los estados esa capacidad propulsora era el manejo de la fuerza. Cada estado moderno poseía el monopolio de la coerción lícita en su territorio, según Max Weber[xx].

Un estado hábil y poderoso era capaz de mantener el efecto de esa coerción y la autoridad que de ella deriva en el ámbito geográfico que le corresponde. El contexto mundial se regulaba según los equilibrios (o desequilibrios) de poder entre los estados.

En el último tercio del siglo XX comienza un proceso de concentración capitalista a nivel industrial (que se acelera sobre finales del siglo). Los cambios en el sector industrial son acompañados por un desarrollo de las actividades económicas del sector terciario que crecen en forma nunca antes vista. Progresivas fusiones, acuerdos y absorciones (fruto y reflejo de la concentración de capitales) entre empresas dedicadas al mismo rubro; alianzas, asociaciones o uniones entre industrias de rubros (afines o no); y -como última etapa conocida- la conformación de megaimperios económicos.

La magnitud de estos grupos económicos conlleva la pérdida de su relación con país o región alguna. Las empresas resultantes de este proceso complejo de acumulación tienen plantas de fabricación en muchos países, múltiples centros de expedición y distribución, oficinas regionales en varias de las principales capitales del mundo y su producción se exhibe para la venta en vidrieras de Nueva York, San Petersburgo y Paso de los Toros.

Este proceso conlleva un progresivo debilitamiento de las nacionalidades, las fronteras, las soberanías y otros conceptos ligados a un territorio particular y su organización (los estados).

La caída de la Unión Soviética y el Muro de Berlín marcaron el fin de una época. Simultáneamente dejan de ser útiles y posibles los atributos que la fuerza, el derecho basado en leyes nacionales y otros elementos de aquella “coerción legítima” otorgaban a los gobiernos. Los estados comienzan a perder influencias y delegar algunas de sus funciones en manos de efectores privados en una dinámica de la que no aparece líder identificado.

“Las fuerzas del mercado” aumentan su poder. La afirmación anterior se escucha como realidad a revertir a veces, afirmación resignada en algunas bocas y como dogma que marca un ideal de vida en ocasiones. Concuerda con esta última valoración parte de la teoría del “fin de las ideologías" contenido en la obras de Francis Fukuyama[xxi]. Este autor sostiene que la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, dando paso a un mundo organizado según una lógica económica y política neoliberal. El fracaso del régimen comunista de la Unión Soviética demuestra que la única opción es el liberalismo. Estados Unidos pasa a ser representante de la sociedad sin clases postulada en el marxismo.

La globalización (universalización, según otros autores) genera un espacio extraterritorial de difícil definición. Una especie de lugar virtual del que no pueden conocerse las leyes que rijan su funcionamiento. Esta es la base de la “modernidad líquida” al decir de Bauman[xxii]

Afirma Bauman que en el pasado el trabajo como actividad humana aportaba un sentimiento ético en tanto actividad virtuosa que contribuía al crecimiento nacional. Esta ética se pierde cuando se independiza la actividad industrial de país alguno. La condición de trabajador pasa a ser sustituida por la de consumidor. Mientras cree que ejerce su libre albedrío, el consumidor en realidad repite mecánicamente aquello de lo cual no puede escapar (esto es: consumir). Mantener el nivel del consumo pasa a ser el único incentivo para el trabajo y a su vez resulta en un mecanismo que no cuestiona el sistema y colabora con su mantenimiento.

Frente al contenido “ético” de la condición de trabajador se impone la condición estética que condiciona al consumo y su protagonista[xxiii].

(El capitalismo)… tiene dificultades, pero por el momento no le veo alternativa.

La alternativa sería un gobierno mundial…

Entrevista de Alfredo García a Hebert Gatto; Voces del Frente, Montevideo, Año IV Nº 158 27/3/2008

 

 

LA CULTURA EN EL MUNDO GLOBALIZADO

 

Esta estructura de la sociedad es la que acompaña el crecimiento de los jóvenes y condiciona las actividades de los adultos. Nos provee de satisfacciones, cubre algunas de nuestras necesidades, nos exige y es fuente de tensiones y frustraciones.

Los cambios citados en el capítulo anterior junto al desenfrenado desarrollo tecnológicos, llevan a situaciones inimaginables hace un cuarto de siglo.

 

El mundo computarizado, interactivo e intercomunicado

En 1996 el Centro de Estadísticas de EE. UU. estimaba que el 28% de los estudiantes utilizaba computadoras en sus casas y un 60% accedía a ellas en escuelas.[xxiv]

El precio en baja, su tamaño portátil, su capacidad de almacenamiento aumentada y la concentración de tareas que se resuelven mediante las mismas aseguran la masificación de su uso.

La red de computadoras descentralizada de alcance mundial (Internet) permite comprar alimentos, hacer y recibir propaganda sin considerar distancias, mantener la agenda personal, acceder a correo electrónico, mantener relaciones con personas que no conocemos, elegir pareja, mantener sexo virtual, acceder a bibliotecas … (la lista es interminable y ya nos dedicaremos a profundizar en algunas de sus posibilidades).

Este espacio no tiene fronteras ni límites definidos (claro ejemplo de fluidez).

El alcance de esta red permite acceder a conocimientos sobre casi cualquier tópico en segundos con la salvedad que el porcentaje de información confiable generalmente es ínfimo en relación con la de dudoso origen, dato que rápidamente se olvida a medida que se intensifica su uso y crece la sensación que resuelve todas nuestras dudas. Todos quienes accedan a un PC pueden tener un espacio en la red. Este espacio será gratuito en el caso de los “blogspot” (o similares). Disponer de una suma en el entorno de U$S 35 por año significa acceder al sitio Web propio. En el mismo incluirán los temas y opiniones que deseen sin restricción ni evaluación previa. A partir de ese momento la frecuencia con que otros usuarios lleguen a este sitio y obtengan información del mismo no depende tanto de la calidad de sus contenidos como de la presentación de la misma y cómo se posicione el sitio en los buscadores de mayor utilización. Esto no quiere decir que toda la información disponible en la red sea de dudosa calidad. Pero sí que la posibilidad de evaluarla transcurre por caminos aún no establecidos.

En la red conviven en un plano de igualdad (o casi) páginas de las universidades más prestigiosas, los laboratorios de investigación reconocidos, grupos de activistas radicales, organizaciones de cultos satánicos, grupos neo-nazis, paramilitares, pornografía y muchas más cuyo origen es imposible de rastrear.

Sería prematuro describir los efectos de este adelanto tecnológico. Sin duda permite a los jóvenes de hoy en día acceder a un caudal enorme de información desde su hogar o centro de estudios.

El aislamiento de los usuarios es un aspecto a considerar. Otro efecto es la distancia que se establece entre padres e hijos a partir del desconocimiento que de la tecnología tienen las generaciones mayores.

Algunos intercambios basados en la cercanía del “cara a cara con el otro” tienden a ser sustituidos por el contacto vía chat, mensaje de texto, e-mail

 

El mundo de la publicidad y el consumo.

DEFINICIÓN DE CONSUMO

1) Diccionario. Enciclopédico Ilustrado. Larrouse ed. 1997, México

Gasto que se hace de los productos naturales o industriales.

2) Real Academia Española[xxv]

Impuesto que gravaba los productos que entraban en una población.

Impuesto municipal sobre los comestibles y otros géneros que se introducen en una población para venderlos o consumirlos en ella.

SOCIEDAD DE CONSUMO (según Real Academia Española)[xxvi]

Nombre dado a las sociedades de los países industrializados en las cuales al considerarse satisfechas las necesidades básicas de la mayor parte de la población se orienta la producción a la fabricación y a la venta de artículos superfluos. 1. loc. adj. Dicho de la sociedad o de la civilización: Que está basada en un sistema tendente a estimular la producción y uso de bienes no estrictamente necesarios.

 

Cada uno de nosotros vive rodeado de avisos que defienden la compra del último desodorante, el celular más moderno, el cereal más nutritivo, el cepillo de dientes que mata el 99% de las bacterias, el alimento que adelgaza y el calzado deportivo que mejora nuestra calidad de vida. Todos ellos trasmiten algo así como la imagen de la felicidad plena en tanto accedamos a lo que el avisador promueve.

La sociedad de consumo transformó la distracción de acceder a determinados objetos en un modo de vida obligatorio; el único modo de vida aceptado.

Es claro que nuestra condición de humanos determina que consumamos más de lo necesario para la mera supervivencia por incluir parámetros más elaborados de tipo cultural (conocidos como característicos de “la buena vida”). Esos parámetros se delimitan según la ubicación social y las actividades a desarrollar. El consumo, en tanto servidor de la necesidad tenía que justificarse en otros términos más allá de sí mismo. Mantener un “equilibrio” biológico y social era el propósito del consumo. Una vez alcanzado dejaba de tener sentido seguir consumiendo.

Estar en un nivel inferior al necesario para ese equilibrio era una responsabilidad de la sociedad, pero superar demasiado el mismo era una falta ética de carácter personal. Era mal visto (“pecado mortal” según otros) dejarse llevar por la tentación, caer en excesos.

En el umbral de la era del consumo Thorstein Bunde Veblen (1857-1929) se lamentó que el consumo conspicuo u ostentoso no tenía otro objeto que la vanidad y el engreimiento[xxvii].

El rasgo distintivo de la cultura actual no es el consumo (elevado y de creciente volumen) considerado en sí propio; es la emancipación del mismo de los objetivos que marcaba sus límites.

La desaparición de los criterios para consumir y la expansión de las “necesidades” liberan al consumo de sus trabas funcionales y lo exoneran de la necesidad de justificarse. La capacidad de reportar placer, transforma al consumo en un fin en sí mismo y por lo tanto crece por sí mismo.

La necesidad como fuerza interior (tensión) tiende a desaparecer una vez que ha sido satisfecha. En la actualidad, la tensión se trasforma en fuerza circular cuyo cometido permanente es mantenerse vigorosa: no disminuir, ni desaparecer.

Podemos hablar de un fatídico cambio en la naturaleza del consumo, disociado completamente del concepto de necesidad.

No guarda ninguna relación con la satisfacción de necesidades (ni siquiera las más trascendentes). El espíritu que lo impulsa no es una serie de necesidades articuladas -y mucho menos fijas- sino “el deseo”. Deseo como fenómeno volátil y efímero, huidizo y caprichoso. Fenómeno que perdió relación con una necesidad parcial y alimenta “la necesidad”. Una motivación que se da origen y se perpetúa a sí misma, no exige justificación o disculpa alguna en términos de una causa u objetivo.

Deseo = movimiento afectivo hacia algo que se apetece[xxviii]

En la concepción dinámica freudiana el deseo se entiende como uno de los polos del conflicto defensivo. La tendencia a su realización restablece los signos ligados a las primeras experiencias de satisfacción.

El movimiento actual hacia la posesión de bienes es un “deseo narcisista” en tanto su objeto primordial es el mismo sujeto que consume. Esta característica le imprime su característica de insaciable sin importar cual alta sea la montaña de objetos que se apilan en función del impulso o se renuevan por el solo hecho de sustituirlos. No está en juego la supervivencia del cuerpo o la identidad social del que consume, sino la de la fuerza interior (el propio deseo). “El deseo de consumir que todo lo consume” por dejar de ser deseo para transformarse en anhelo. Anhelo entendido como deseo vehemente (coincidente definición de Dic. Enc. Larrouse[xxix] y diccionario etimológico de Corominas[xxx]).

Observa Ferguson[xxxi] “el concepto de deseo une el consumo a la expresión de la identidad, y a conceptos ligados al gusto y a la discriminación. El individuo se expresa por medio de sus posesiones. Pero para la sociedad capitalista avanzada, dedicada a la continua expansión de la producción, éste es un marco psicológico demasiado limitante, que en último término da origen a una economía psíquica bastante diferente. El anhelo reemplaza al deseo como fuerza que motiva al consumo.”

La evolución del modo de consumo es la historia de cómo se fueron quebrando y apartando los sucesivos obstáculos, resistentes y sólidos, que evitaban que la fantasía volara con libertad absoluta, y que, en términos freudianos, reducían el “principio de placer” a la medida del “principio de realidad”.

Principio de placer y principio de realidad constituyen un par que rige la vida psíquica. El placer es una tendencia de orden económico vinculado a la disminución de la excitación, mientras el principio de realidad aparece como regulador. La intervención del principio de realidad en cualquier proceso lo torna aplazable y modulado en función de las condiciones del mundo exterior. En términos dinámicos el principio de realidad se halla al servicio del “yo” (entendido como instancia psíquica)[xxxii].

Lejos de modular, postergar o reprimir los deseos, hay que liberarlos y vivirlos con libertad; mas aún darles rienda suelta, yendo más allá de todo límite.

El eslogan publicitario de Sprite Zero lo hacía explícito: “cero límites, cero azúcar. La sed es todo”.

La economía globalizada crece al ritmo del consumo impulsivo, llamado a ser el paradigma de la irracionalidad en el universo de las tarjetas de crédito y la satisfacción instantánea.

La imposibilidad del ser humano de olvidar su destino irrevocable, constituido por las limitaciones, el dolor y la muerte segura parecen diluirse/desaparecer frente a la “potencia” que nos trasmiten los bienes a los que accedemos.

 

“de todos los placeres conocidos, la búsqueda del placer es el más placentero”

Michel de Montaigne

 

El mundo de la familia

 

La concentración demográfica en grandes centros urbanos en donde los vecinos son extraños y el contacto con los familiares está dificultado por las distancias y los compromisos marca las condiciones de la familia en esta época.

En el pasado la gente se casaba para conseguir estabilidad económica, proporcionar bienes y servicios a otros, lograr estatus social, tener y criar hijos. El papel de la familia tenía una función instrumental. La familia existía para satisfacer expectativas colectivas (familia de origen, grupo social).

En una sociedad altamente impersonal, donde el aislamiento emocional es frecuente, desarrollar relaciones estrechas con otros es vital para la identidad y la seguridad de uno mismo. Este énfasis en las relaciones personales ha puesto más carga (en el sentido de la exigencia) sobre la unidad conformada por el pequeño grupo familiar.

Las necesidades “familiares” resultan escasa defensa del la vida en pareja frente a las exigencias de las expectativas de cada uno.

La elección de pareja se sustenta, como nunca antes en la historia, en afectos y emociones de alta intensidad en desmedro de aquellos vinculados al conocimiento profundo del otro (que sólo se logra con el tiempo). Se considera al individuo, desconociendo valores vinculados a la familia (como célula social y productiva, e institución que trasciende a sus integrantes).

Otro cambio en las relaciones familiares es el que resulta de la pérdida del límite claro entre la función de un padre que procura el sustento e impone las normas y la de los demás integrantes cuyo único rol es aceptar esas normas como irrefutables. La evolución de este cambio se vincula con varios factores: por un lado el aumento del peso de la mujer en el núcleo, así como también la consideración creciente a los derechos del niño en tanto sujetos a los que debe asegurarse educación y posibilidad de incidir en la toma de decisiones. El cambio en el rol de la mujer sigue a la adquisición de cierta autonomía a nivel laboral, el manejo de ingresos, el acceso creciente a la educación y la tendencia a la igualdad en el plano sexual; factores que confluyen en una vida personal más independiente y mayor interacción social.

En este clima de cambios, el desdibujamiento de los roles que cumple cada uno de los integrantes del núcleo familiar aparece como signo de una nueva situación. La representación de la “Ley”, el señalamiento de la frontera entre lo permitido y lo que no, lo saludable y lo nocivo; qué integrante de la familia o qué subgrupo lo toma como suyo?

A través de “Tótem y tabú”[xxxiii], Freud despliega un mito que muestra un recorrido entre una situación en que el poder se concentra en un ser despiadado que tenía derechos ilimitados sobre los débiles del grupo (mujeres poseídas y menores esclavizados). Ser despiadado admirado y odiado al mismo tiempo. Este odio genera sentimientos de culpa que reflejan los deseos expresados en “Edipo rey”[xxxiv]. Sobre esa culpa compartida se edifica el cuerpo social. La religión se funda en esa culpa y el arrepentimiento relacionado.

En tanto la situación referida es aceptada como inamovible, nos limita y da seguridad a la vez. Su resquebrajamiento brinda sensación de libertad a la vez que desamparo.

 

 

El mundo violento

 

La violencia invade cada vez más nuestras vidas. “Mucho más de lo que ellos mismos quieren creer”, al decir de Fredric Wertham[xxxv].

La prensa proporciona una constante exposición a la violencia. Los medios de comunicación, en esta era de noticias instantáneas, nos hacen compartir la experiencia del hambre en los países del cuarto mundo, el dolor de las víctimas de un bombardeo terrorista, así como el devastador avance de las tropas estadounidenses en Irak, en simultáneo con los bombardeos a ciudades enteras apuntando a fábricas de armas químicas de destrucción masiva cuya existencia nunca pudo comprobarse.

Los jóvenes de hoy oyen sobre la violencia, la ven en el noticiero y la “experimentan” en los videojuegos.

Hasta los episodios que tratan de ocultarse o minimizarse trascienden: los tiroteos en instituciones educativas de EE. UU. han derivado en muerte de 114 personas, resultando heridas 92 desde 1992 a la fecha[xxxvi]. La última de estas masacres en Louisiana era trasmitida por la cadena C.N.N. mientras en pantalla aparecía el texto “disturbios en Louisiana”. Para C.N.N. “disturbio” es el sustantivo que mejor refleja la situación de 5 muertos, 17 heridos y suicidio del asesino dentro de una universidad. Hasta abril de este año Charlton Heston (1925-2008) defendía frente a cuanto micrófono o cámara se lo permitiera el derecho de todo ciudadano (como necesidad lo calificaba a menudo) a tener armas de grueso calibre en su hogar.

Esta violencia tiene otra presentación en otros países y regiones y abundar en ello no es el objetivo. Tiene su contraparte a nivel de cada hogar y dentro de cada individuo. La violencia doméstica y el aumento de muertes violentas así lo confirman.

 

 

El mundo de los vínculos

 

Trataré, en las líneas que siguen, de señalar aspectos que caracterizan a los vínculos interpersonales en forma concordante con las características de los ámbitos que hemos recorrido hasta ahora.

La media mundial en la expectativa de vida se calcula en 66.7 años (2005)[xxxvii]. Esta cifra transforma en obsoletos los parámetros de la sociedad constituida según el modelo clásico en lo que a vínculos se refiere.

Las condiciones del mundo neoliberal con el desapego a los valores identificados con el estado-nación, la inundación de mensajes trasmitidos a través de la publicidad en que vivimos inmersos, la creciente violencia y la pérdida de atributos familiares que resultaban aseguradores nos infunden una profunda desconfianza en el prójimo a la vez que apelan constantemente a la vida en grupo.

El mundo actual parece conspirar contra la confianza. Cuanto más nos distanciamos de nuestro entorno inmediato, tanto más confiamos en la vigilancia de este entorno. En muchas áreas urbanas las casas existen para proteger a sus habitantes y no para integrar a las personas a sus comunidades.

El fracaso en las relaciones es con frecuencia un fracaso en las comunicaciones. Los celulares ayudan a estar conectados a los que están a distancia mientras aseguran la distancia entre aquellos que se conectan. Lo mismo sucede con el chat, e-mail y video-conferencias. Los códigos que determinan las relaciones virtuales (circunstancial, pasajera, sin límites ni plazo) pasan a ser el modelo con el cual se desarrollan todas las relaciones.

Cómo manejar esta paradójica situación que es la constante de nuestros días?

Han cambiado las condiciones que facilitaban las uniones duraderas (“hasta que la muerte los separe…”); elegimos las multitudes frente a las personas y el coqueteo en lugar del compromiso.

En un mundo que nos impulsa a cambiar permanentemente de vaquero, teléfono y auto: quien nos dice que mantengamos los vínculos?

Cuando el ideal pasa por el desarrollo individual: cómo admitir la necesidad de otro?

 

 

 

 

TENDIENDO PUENTES

A MODO DE INVITACION PARA CONTINUAR[xxxviii]

 

Llegó el momento en que los análisis (o esbozo de…) realizados sobre elementos de la sociedad y la cultura actual conformen, junto con los aspectos clínicos, un caudal común que enriquezca acciones futuras. Momento crítico en cuanto riesgoso y potencialmente productivo.

La experiencia clínica confirma que entre quienes consultan por UPD casi no existen aquellos en los cuales no sea posible identificar un trastorno emocional de algún orden. Afirmación realizada tiempo atrás[xxxix] y corroborada con los años.

¿Qué relaciones establecer entre los elementos que hacen a la infraestructura* y superestructura*[xl] social contemporánea con este fenómeno que estamos acostumbrados a desmenuzar con un enfoque psicopatológico individual (más allá que “condimentemos” con consideraciones sobre su familia y entorno inmediato)?

El mundo de nuestros días dibuja un escenario inquietante para quien no perciba los profundos cambios que se vienen produciendo sin evidencia de disminuir su frecuencia y amplitud. La similitud en esta descripción con la que podríamos utilizar para hablar sobre las propiedades de ondas satelitales que alimentan redes inalámbricas de comunicación, contaminando el planeta no es fortuita.

La tarea clínica para ser útil no puede soslayar que sus efectores y los sujetos a quien se dirige participan de los valores culturales que mencionamos. Hablamos de tarea clínica en los tres niveles de atención, con lo que abarcamos prevención, atención primaria, especializada y rehabilitación. En cada uno de estos ámbitos deberá considerarse los aspectos que correspondan.

La progresiva universalización del consumo de sustancias, que como fenómeno aislado existió siempre y como elemento de algunos rituales y culturas es conocido desde la antigüedad, tiene relación con el cambio en las características del consumo de las que hablamos. Ambos procesos pueden ser descritos en términos iguales sin traicionar en nada la esencia de ambos.

La transformación progresiva del hombre desde su condición de ciudadano a la de individuo conlleva una ganancia en términos de derechos a la vez que una pérdida en valores como la justicia que es inherente a la consideración del conjunto. Esta ganancia también significa un debilitamiento de estructuras como la familia que contenía y limitaba a la vez.

Satisfacer la tendencia hedonista paradigmática del mensaje publicitario -pero presente en múltiples mensajes contemporáneos- nos estimula a cuidar nuestro físico aún a costa de la salud como un todo. Se promueve tomar dos litros diarios de agua a la vez que las tiendas de comida rápida nos tientan con elevados contenidos grasos en sus productos.

La fiabilidad de la indicación médica es tamizada con el contenido de páginas web cuyo origen es -la más de las veces- desconocido.

Ante tanta incertidumbre tratemos de aferrarnos a las certezas con que contamos. Es en el seno del equipo transdiciplinario que podrán procesarse las dificultades que el medio impone a nuestro trabajo. De la consideración grupal de estas complejas situaciones surgirán elementos para manejar complejas situaciones futuras. El ser humano crece en períodos en que mayores desafíos enfrenta.

El aporte de las diferentes profesiones al equipo transdiciplinario crecerá en la medida que pueda desarrollar capacidades vinculadas al área afectiva (capacidad de intercambio), y su perfil e identidad profesional.

 Vuelvo a pensar en los maestros y a la vez que siento cuánto podría mejorar el trabajo que estoy terminando, me congratulo de haberme entregado a la tarea: “…de no menor trascendencia para el destino de la psiquiatría es la presencia de la sociología… son en última instancia, los factores socio-culturales los que determinan el surgimiento, la orientación y el ámbito de la psiquiatría”.[xli]

Me congratulo a la vez de estar embarcado en que letras como la que cierran este trabajo no puedan ser tomadas como expresión de deseo de un grupo etáreo y en que los técnicos que trabajamos en el tema no desconozcamos que son coreadas en espectáculos masivos. Que podamos leer que además de desesperanza contienen la universal y legítima aspiración de calmar el dolor que todo humano siente.

 

 

Para poder dormir, tengo que estar sedado

Para ir a estudiar, tengo que estar tomado

En la navidad, tengo que estar dopado

Para no pensar, tengo que estar boleado

 

En el trabajo, tengo que ir sedado

A la provisión, tengo que ir tomado

A lo de mi madre, tengo que ir dopado

Si salgo de casa, tengo que ir boleado

 

Y no me puedo quejar

después de todo no me va tan mal

llevando una vida así tan natural.

 

Para funcionar, tengo que estar sedado

Si quiero agradar, tengo que estar tomado

Para no enloquecer, tengo que estar dopado

Para sentir placer, tengo que estar boleado

 

A mi cumpleaños, tengo que ir sedado

Cualquier decisión, la tomo tomado

A pagar impuestos, tengo que ir dopado

Si tengo un velorios, tengo que ir boleado

 

Y no me puedo quejar

después de todo no me va muy mal

llevando una vida así tan natural.

 

Para no llorar, tengo que estar sedado

Para no arrugar, tengo que estar tomado

Para olvidar, tengo que estar dopado

Para recordar, tengo que estar boleado

 

Y no me puedo quejar

después de todo no me va muy mal

llevando una vida así tan natural.

 

tengo que estar sedado

tengo que estar tomado

tengo que estar dopado

Para poder vivir, tengo que estar boleado

 

CUARTETO DE NOS

 

ARTIGAS POUY AGUILERA



 

[i] Argandoña, M. (1997). Las políticas en drogodependencias desde la Organización Mundial de la Salud. The World Health Report, Ginebra

[ii] Ministerio de Salud Pública, Junta Nacional de Drogas (2007). Programa Nacional de atención a usuarios problemáticos de drogas. Montevideo: M.S.P. - J.N.D.

[iii]. Bailador P., Viscardi N., Dajas F., (1997). Desesperanza, conducta suicida y consumo de alcohol y drogas en adolescentes de Montevideo. Revista Médica del Ururguay, 13, 213-223.

[iv]Martinez, A., Padrós, M. Pouy A.  (1988). Drogas y promoción de salud. Relaciones, Octubre (53), 23, 24.

[v] Vidal, G., Alarcón, R. (1986). Psiquiatría. Buenos Aires: Editorial Médica Panamericana. Pág 28

[vi]  Doctrina que propugna la concepción de cada realidad como un todo distinto de la suma de las partes que lo componen. Real Academia Española

[vii] Vidal, G., Alarcón, R. (1986). Psiquiatría. Buenos Aires: Editorial Médica Panamericana. Pág. 25

[viii] Bauman, Bruckner, Chomsky, Lipovetsky, que serán citados oportunamente

[ix] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. XXII edición Consultado en 16/4/2008 en http://buscon.rae.es/draeI/Srv.

[x] Escohotado, A. (1983). Historia de las Drogas. Madrid: Alianza.

[xi] Brau, J. L. (1974). Historia de la droga. Barcelona: Bruguera. ps. 123 a133

[xii] Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (D. S. M.). American Psychiatric Association.

[xiii] Clasificación Internacional de Enfermedades (C. I. E) Organización Mundial de la Salud.

[xiv] American Psychiatric Association (1987). Diagnostic and statistical manual of mental disorders. Washington: A. P. A.

[xv] American Psychiatric Association (1994). Diagnostic and statistical manual of mental disorders. Washington: A. P. A.

[xvi] American Psychriatric Assocciation (1995). DSM - IV. Barcelona: Masson.

[xvii] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. XXII edición Consultado en 16/4/2008 en http://buscon.rae.es/draeI/Srv.

[xviii] Dic. Enciclopédico. Larousse ed. 1997, México. Larousse

[xix] Silva, M. comunicación personal

[xx] Weber, M. (1969). Economía y Sociedad. México: Fondo de Cultura Económica.

[xxi] Fukuyama, F. (1992). The End of History and the Last Man. New York: Free Press.

[xxii] Bauman, Z. (1999). Modernidad líquida. Buenos Aires. Fondo de cultura económica.

[xxiii] Bauman, Z. (2000). Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Barcelona: Gedisa.

[xxiv] Philip Rice, F. (2000). Adolescencia -desarrollo, relaciones y cultura-. Madrid: Prentice Hall.

[xxv] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. XXII edición Consultado el 18/4/2008 en http://buscon.rae.es/draeI/Srv

[xxvi] Ídem 26

[xxvii] Citado por: Bauman, Z. (2004). La sociedad sitiada. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pág.225

[xxviii] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. XXII edición Consultado el 18/4/2008 en http://buscon.rae.es/draeI/Srv

[xxix] Dic. Enciclopédico. Larousse ed. 1997, México. Larousse

[xxx] Corominas, J. (1983). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Madrid: Gredos.

[xxxi] Citado por: Bauman, Z. (2004). La sociedad sitiada. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Pág.227

[xxxii] Ver: Laplanche, J., Pontalis J. B. (1983). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Labor.

[xxxiii] Freud, S. (1913). Tótem y tabú (Obras completas, Tomo XIII. 1982 edición). Buenos Aires: Amorrortu.

[xxxiv] Sófocles (1974). Antígona, Edipo rey, Electra. Madrid: Guadarrama.

[xxxv] Wertham, F. (1971). La señal de Caín. México: Siglo XXI.

[xxxvi] Fuente: http://www.montevideo.com.uy/noticiappal_57165_1.html 15/2/2008

[xxxvii] http://es.wikipedia.org/wiki/Expectativa_de_vida consultado 24/2/2008

[xxxviii] Expresión utilizada por: Onfray, M. (1997). Política del rebelde. Buenos Aires: Perfil.

[xxxix] Pouy, A., Triaca, J. (1995). Drogas: clínica y psicopatología del uso indebido de sustancias. Montevideo: Vintén Editor.

[xl] * Términos utilizados según un enfoque marxista

[xli] Vidal, G., Alarcón, R. (1986). Psiquiatría. Buenos Aires: Editorial Médica Panamericana. Pág 28